sábado, 5 de enero de 2013

¿DONDE ESTÁ MI PAPÁ?

Eran las diez de la noche. Pablo dejó a su familia y se dirigió al Cuartel para iniciar el servicio, no sería un servicio más. Era la víspera de Reyes, una noche de 5 de enero, el viento soplaba con una fuerza inusual. Sus compañeros ya estaban preparados para iniciar la patrulla, abrigados de pies a cabeza.
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Jaime y Susana -el hijo de Pablo y su esposa-, se quedaron en casa tras haber cenado todos juntos, en familia. El pequeño Jaime estaba a punto de cumplir los seis años y esa noche era especial, pues los Reyes Magos iban, un año más, a hacer realidad sus ilusiones. Este año el pequeñín había pedido un regalo especial, que su padre no se fuese como siempre cuando llegaba la Navidad, que los Reyes le diesen unas merecidas vacaciones como a él se las dan en el cole. No era justo que en días tan señalados como Reyes, Nochebuena y Nochevieja se tuviese que ir a trabajar. Cuando el pequeño se metió en la cama, su padre le dio un fuerte abrazo y un sonoro beso, que adornó con unas palabras.
 –Jaime, algún día los Reyes te harán caso y me darán esas vacaciones, pero por el momento tengo que ir a trabajar esta noche, pues los Reyes Magos también tienen que hacer su trabajo con seguridad, y para eso estoy yo, para protegerlos.
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La primera parada de Pablo y Luis -su compañero de patrulla esa noche- no podía ser otra que tomar un café bien caliente y de paso comentar entre ambos los puntos de vigilancia que iban a realizar por los diversos distritos de la ciudad..
La noche transcurrió sin novedad, hasta que a pocos minutos de las seis de la mañana la voz alterada que salía por la emisora presagiaba lo peor. Un grave accidente se había producido en la carretera que une las dos ciudades. El vehículo policial activó las sirenas y partieron velozmente al punto del siniestro.
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Jaime se despertó súbitamente, alertando a su madre que dormía en la habitación de al lado.
- ¿Qué te pasa Jaime?
- Mamá, ¿ha venido ya papá, está ya aquí? preguntó el niño.
- No cariño, está a punto de llegar, son las seis de la mañana, es muy temprano todavía, pero no te preocupes que llega enseguida, y cuando te levantes miraremos todos juntos si los Reyes Magos te han traído todo lo que has pedido.
- No, mamá, no quiero los regalos, quiero ver a papá.
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Cuando llegaron al lugar del accidente no podían creer lo que allí se estaba fraguando, los restos de al menos dos vehículos estaban esparcidos por toda la vía, se oían los rasgados llantos de niños y mayores. Al parecer se había producido una colisión frontal. Una persona profundamente embriagada lloraba desconsolada en la orilla de la vía.
- Nooooo, ¿qué he hecho, qué he hecho? Repetía una y otra vez con una voz casi agotada.
En el interior de uno de los vehículos había dos personas muertas, destrozadas, desfiguradas y una mujer embarazada, a punto de dar a luz que sollozaba levemente. Entre Pablo y su compañero consiguieron sacar a la mujer del vehículo y apartarla de la vía. Todo estaba muy oscuro, apenas se podía ver a diez metros de distancia. La circulación era escasa, no había pasado por allí ningún vehículo desde que los agentes habían llegado.
De repente el trabajo se complicó, mientras pedían refuerzos para señalizar la vía, la mujer rompió aguas y se preparaba para alumbrar una nueva vida. Los policías hacían lo que podían hasta que al fin nació la niña.
En ese instante, un vehículo se acercó a demasiada velocidad, no pudo ver que la carretera se encontraba obstaculizada por uno de lo vehículos accidentados. Con un fuerte volantazo se desplazó hacia la derecha, hacia el punto donde se encontraban los policías con la mujer que había dado a luz. Ocurrió lo peor, el cuerpo de Pablo salió fuertemente despedido hacia las malezas, el vehículo acababa de atropellarlo. Su compañero resultó ileso, gritó enérgicamente en aquel endiablado lugar, trató de reanimarlo, era inútil, el coche le había destrozado la cabeza. Todo lo que habían hecho se desmoronó de golpe. Demasiadas vidas se perdieron esa noche de Reyes por culpa de una persona que había bebido en exceso antes de conducir, la persona que lloraba en el margen de la vía, incapaz de mantenerse en pie y juntar tres palabras seguidas.
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Cuando desde el Cuartel llamaron a la esposa de Pablo ésta maldijo el día que su marido se metió a la policía, maldijo a  todos aquellos que critican a la policía sin saber, maldijo ese día de Reyes y habría preferido que Pablo estuviese en un despacho por las mañanas en lugar de trabajar a turnos. Aquel día se acabó la vida para el pequeño Jaime, perdió a la persona que más quería, odió a los Reyes Magos por no haberle traído su regalo favorito, a su padre.
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Desde el cielo, Pablo trata de ser fuerte y mandarle toda esa energía a su familia. Sabe que aquella noche actuó como lo habría hecho cualquier servidor público. Cuando entró en la policía sabía a lo que se exponía y le gustaba ayudar a los demás, al fin y al cabo alguien tiene que hacer ese trabajo. Pero nadie en el Cielo comprendía por qué los humanos se critican los unos a los otros, se odian, se envidian, se matan entre ellos, dejan a las personas morir de hambre. En el Cielo todo es distinto, se aman los unos a los otros e incluso los malvados tienen la oportunidad de reinsertarse.
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Para todos los Pablos que pueblan el mundo, este es mi homenaje.
Juan Antonio Carreras Espallardo.

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