Eran las diez de la noche.
Pablo dejó a su familia y se dirigió al Cuartel para iniciar el
servicio, no sería un servicio más. Era la víspera de Reyes, una noche
de 5 de enero, el viento soplaba con una fuerza inusual. Sus compañeros
ya estaban preparados para iniciar la patrulla, abrigados de pies a
cabeza.
******
Jaime y Susana -el hijo de Pablo y su
esposa-, se quedaron en casa tras haber cenado todos juntos, en familia.
El pequeño Jaime estaba a punto de cumplir los seis años y esa noche
era especial, pues los Reyes Magos iban, un año más, a hacer realidad
sus ilusiones. Este año el pequeñín había pedido un regalo especial, que
su padre no se fuese como siempre cuando llegaba la Navidad, que los
Reyes le diesen unas merecidas vacaciones como a él se las dan en el
cole. No era justo que en días tan señalados como Reyes, Nochebuena y
Nochevieja se tuviese que ir a trabajar. Cuando el pequeño se metió en
la cama, su padre le dio un fuerte abrazo y un sonoro beso, que adornó
con unas palabras.
–Jaime, algún día los Reyes te harán
caso y me darán esas vacaciones, pero por el momento tengo que ir a
trabajar esta noche, pues los Reyes Magos también tienen que hacer su
trabajo con seguridad, y para eso estoy yo, para protegerlos.
******
La primera parada de Pablo y Luis -su
compañero de patrulla esa noche- no podía ser otra que tomar un café
bien caliente y de paso comentar entre ambos los puntos de vigilancia
que iban a realizar por los diversos distritos de la ciudad..
La noche transcurrió sin novedad, hasta
que a pocos minutos de las seis de la mañana la voz alterada que salía
por la emisora presagiaba lo peor. Un grave accidente se había producido
en la carretera que une las dos ciudades. El vehículo policial activó
las sirenas y partieron velozmente al punto del siniestro.
******
Jaime se despertó súbitamente, alertando a su madre que dormía en la habitación de al lado.
- ¿Qué te pasa Jaime?
- Mamá, ¿ha venido ya papá, está ya aquí? preguntó el niño.
- No cariño, está a punto de llegar, son
las seis de la mañana, es muy temprano todavía, pero no te preocupes que
llega enseguida, y cuando te levantes miraremos todos juntos si los
Reyes Magos te han traído todo lo que has pedido.
- No, mamá, no quiero los regalos, quiero ver a papá.
******
Cuando llegaron al lugar del accidente no
podían creer lo que allí se estaba fraguando, los restos de al menos
dos vehículos estaban esparcidos por toda la vía, se oían los rasgados
llantos de niños y mayores. Al parecer se había producido una colisión
frontal. Una persona profundamente embriagada lloraba desconsolada en la
orilla de la vía.
- Nooooo, ¿qué he hecho, qué he hecho? Repetía una y otra vez con una voz casi agotada.
En el interior de uno de los vehículos
había dos personas muertas, destrozadas, desfiguradas y una mujer
embarazada, a punto de dar a luz que sollozaba levemente. Entre Pablo y
su compañero consiguieron sacar a la mujer del vehículo y apartarla de
la vía. Todo estaba muy oscuro, apenas se podía ver a diez metros de
distancia. La circulación era escasa, no había pasado por allí ningún
vehículo desde que los agentes habían llegado.
De repente el trabajo se complicó,
mientras pedían refuerzos para señalizar la vía, la mujer rompió aguas y
se preparaba para alumbrar una nueva vida. Los policías hacían lo que
podían hasta que al fin nació la niña.
En ese instante, un vehículo se acercó a
demasiada velocidad, no pudo ver que la carretera se encontraba
obstaculizada por uno de lo vehículos accidentados. Con un fuerte
volantazo se desplazó hacia la derecha, hacia el punto donde se
encontraban los policías con la mujer que había dado a luz. Ocurrió lo
peor, el cuerpo de Pablo salió fuertemente despedido hacia las malezas,
el vehículo acababa de atropellarlo. Su compañero resultó ileso, gritó
enérgicamente en aquel endiablado lugar, trató de reanimarlo, era
inútil, el coche le había destrozado la cabeza. Todo lo que habían hecho
se desmoronó de golpe. Demasiadas vidas se perdieron esa noche de Reyes
por culpa de una persona que había bebido en exceso antes de conducir,
la persona que lloraba en el margen de la vía, incapaz de mantenerse en
pie y juntar tres palabras seguidas.
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Cuando desde el Cuartel llamaron a la
esposa de Pablo ésta maldijo el día que su marido se metió a la policía,
maldijo a todos aquellos que critican a la policía sin saber, maldijo
ese día de Reyes y habría preferido que Pablo estuviese en un despacho
por las mañanas en lugar de trabajar a turnos. Aquel día se acabó la
vida para el pequeño Jaime, perdió a la persona que más quería, odió a
los Reyes Magos por no haberle traído su regalo favorito, a su padre.
******
Desde el cielo, Pablo trata de ser fuerte
y mandarle toda esa energía a su familia. Sabe que aquella noche actuó
como lo habría hecho cualquier servidor público. Cuando entró en la
policía sabía a lo que se exponía y le gustaba ayudar a los demás, al
fin y al cabo alguien tiene que hacer ese trabajo. Pero nadie en el
Cielo comprendía por qué los humanos se critican los unos a los otros,
se odian, se envidian, se matan entre ellos, dejan a las personas morir
de hambre. En el Cielo todo es distinto, se aman los unos a los otros e
incluso los malvados tienen la oportunidad de reinsertarse.
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Para todos los Pablos que pueblan el mundo, este es mi homenaje.
Juan Antonio Carreras Espallardo.
Fuente: carris.wordpress.com
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