Esta semana hemos observado de nuevo una noticia relacionada con una problemática nacional que con altibajos aparece cada poco en la prensa y que no nos damos cuenta de que empieza a ser una costumbre.
Nos referimos al caso de la Jefatura de Policía Local de Algeciras y su orden de servicio que obliga a los agentes a reverenciar a sus mandos cuando se crucen con ellos con una inclinación de cabeza, lo que prueba de en que gastan su tiempo y el dinero de los contribuyentes algunos de los Jefes de Policía Local de cada vez más Ayuntamientos en España: exclusivamente en su propio ego.
La dispersión municipal podrá tener sus beneficios en la descentralización y el consiguiente acercamiento de la Administración a los ciudadanos; pero genera una problemática profunda e irreparable si no es a golpe de sentencia judicial. No todos los Alcaldes (ni mucho menos) son expertos constitucionalistas, es más, ni siquiera están instruidos la mayoría de ellos en los Derechos Fundamentales que nos amparan; desde el día siguiente de ostentar el bastón de mando se creen investidos de cierta divinidad y les surgen las tendencias al uso indiscriminado de esa infalibilidad, pensando que todo lo que hagan a partir de entonces no debería estar ni siquiera sujeto a crítica.
Entre esos actos de casta superior entienden que su criterio a la hora de rodearse de ¿asistentes? es superior a los de Igualdad, Mérito y Capacidad exigibles y, en el caso que nos ocupa, muchos Alcaldes diseñan su ideal de Jefe de Policía Local de entre sus parientes y conocidos, generando desastres de tal magnitud que pueden hacer de una ciudad emblemática un antro. ¿Qué fue de Coslada?; ¿quería el Alcalde que su localidad se hiciera famosa por los desmanes de su Jefe de Policía?¿y ahora con Algeciras?¿es normal que una localidad se haga famosa porque se utilice a trabajadores públicos como terapia para un ego deteriorado?¿es políticamente correcto ser el hazmerreir de toda España?
Que la administración para la que trabajamos nos ignore no es agradable, pero que para alimentar un ego enfermizo nos humille ni lo consentimos nunca ni lo consentiremos jamás. El ¿Napoleonismo? imperante en verdaderos inútiles que no sirven para nada se está desarrollando por la piel de toro como una plaga, aunque en realidad no es más que un recurso primario de alguien que no sabe organizar su servicio y que prefiere optar por el sistema del palo y tente tieso para hacerse respetar, lo que demuestra los nefastos personajes que están al frente de un capital humano imprescindible para garantizar la convivencia pacífica y como consecuencia de estilo de mando desfasado y egocentrista un servicio al ciudadano de baja calidad motivado por el acoso y la presión al que diariamente están sometidos los policías. El respeto a veces lo inspira la mirada de una buena persona en cuestión de segundos y sin embargo, un altísimo jerarca solo inspira desprecio que, año tras año no hace más que aumentar.
El colectivo de Policías Locales de España está harto de tanto menosprecio y de ser tratado, en ocasiones, por las instituciones a las que servimos de forma humillante (hemos de decir también que solamente nos estamos refiriendo a casos aislados, pero que, reiteramos, están aumentando) y que se emplee la facultad disciplinaria contra nosotros de forma desaforada. La noticia que comentamos ha precipitado esta intervención, pero estamos elaborando un estudio que demostrará que somos el colectivo más humillado, desamparado y acosado de la función pública.
Nos referimos al caso de la Jefatura de Policía Local de Algeciras y su orden de servicio que obliga a los agentes a reverenciar a sus mandos cuando se crucen con ellos con una inclinación de cabeza, lo que prueba de en que gastan su tiempo y el dinero de los contribuyentes algunos de los Jefes de Policía Local de cada vez más Ayuntamientos en España: exclusivamente en su propio ego.
La dispersión municipal podrá tener sus beneficios en la descentralización y el consiguiente acercamiento de la Administración a los ciudadanos; pero genera una problemática profunda e irreparable si no es a golpe de sentencia judicial. No todos los Alcaldes (ni mucho menos) son expertos constitucionalistas, es más, ni siquiera están instruidos la mayoría de ellos en los Derechos Fundamentales que nos amparan; desde el día siguiente de ostentar el bastón de mando se creen investidos de cierta divinidad y les surgen las tendencias al uso indiscriminado de esa infalibilidad, pensando que todo lo que hagan a partir de entonces no debería estar ni siquiera sujeto a crítica.
Entre esos actos de casta superior entienden que su criterio a la hora de rodearse de ¿asistentes? es superior a los de Igualdad, Mérito y Capacidad exigibles y, en el caso que nos ocupa, muchos Alcaldes diseñan su ideal de Jefe de Policía Local de entre sus parientes y conocidos, generando desastres de tal magnitud que pueden hacer de una ciudad emblemática un antro. ¿Qué fue de Coslada?; ¿quería el Alcalde que su localidad se hiciera famosa por los desmanes de su Jefe de Policía?¿y ahora con Algeciras?¿es normal que una localidad se haga famosa porque se utilice a trabajadores públicos como terapia para un ego deteriorado?¿es políticamente correcto ser el hazmerreir de toda España?
Que la administración para la que trabajamos nos ignore no es agradable, pero que para alimentar un ego enfermizo nos humille ni lo consentimos nunca ni lo consentiremos jamás. El ¿Napoleonismo? imperante en verdaderos inútiles que no sirven para nada se está desarrollando por la piel de toro como una plaga, aunque en realidad no es más que un recurso primario de alguien que no sabe organizar su servicio y que prefiere optar por el sistema del palo y tente tieso para hacerse respetar, lo que demuestra los nefastos personajes que están al frente de un capital humano imprescindible para garantizar la convivencia pacífica y como consecuencia de estilo de mando desfasado y egocentrista un servicio al ciudadano de baja calidad motivado por el acoso y la presión al que diariamente están sometidos los policías. El respeto a veces lo inspira la mirada de una buena persona en cuestión de segundos y sin embargo, un altísimo jerarca solo inspira desprecio que, año tras año no hace más que aumentar.
El colectivo de Policías Locales de España está harto de tanto menosprecio y de ser tratado, en ocasiones, por las instituciones a las que servimos de forma humillante (hemos de decir también que solamente nos estamos refiriendo a casos aislados, pero que, reiteramos, están aumentando) y que se emplee la facultad disciplinaria contra nosotros de forma desaforada. La noticia que comentamos ha precipitado esta intervención, pero estamos elaborando un estudio que demostrará que somos el colectivo más humillado, desamparado y acosado de la función pública.
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